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Las calabazas de plástico y los disfraces de terror de los niños, comprados en el supermercado son algo relativamente nuevo en Suecia.
Desde hace casi una década, los adolescentes han adoptado como una moda las celebraciones de Halloween generando una algarabía que sólo se ve en países de Norteamérica. En todo esto la mercadotecnia comercial ha tenido casi toda la responsabilidad, y por cierto, el que ya no existen casi, en los jóvenes y adultos, estructuras de personalidad tan rígidas como en el pasado, por lo que los jóvenes actuales adoptan modismos foráneos con bastante facilidad.

Muchos pubs y locales comerciales se decoran para recibir Halloween con un ambiente festivo. Es fácil ver en Öland, en el sur del Báltico, cómo las frutas y calabazas gigantes han ido ganando terreno.

Los suecos decoran sus casas con calabazas iluminadas y personajes macabros, que dan a la ciudad un ambiente especial y mágico, casi tanto como el ambiente que se ve cuando ya se asoma la Navidad, y aparecen los árboles y pinos decorados, las casas iluminadas y los paisajes repletos de colores navideños.

Halloween de a poco se ha ido convirtiendo en una fiesta que los niños ya prácticamente exigen celebrar, influenciados por las campañas televisivas y de todo el comercio, que cuelga publicidad alusiva a esta festividad y comercializa todo tipo de cosas para que la noche sea de terror. Las bromas pesadas y los artículos decorativos van ganando terreno de un modo estrepitoso, aunque ese es el leiv motiv del marketing, así que no debería extrañarnos.

Vía/ Sweden

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