En las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial, la sociedad sueca experimentó una expansión a un ritmo récord. De haber sido un país agrario de la periferia, Suecia subió al primer puesto de la lista del crecimiento.
Se construyeron nuevos centros urbanos, se ampliaron carreteras y se crearon otras nuevas. Las casas de hormigón surgieron como setas del suelo.
Suecia conquistó el bienestar, pero perdió al mismo tiempo el contacto con su propia historia.
A los suecos les ha llevado tiempo lograr un nuevo equilibrio. En la Suecia actual conviven lo viejo y lo nuevo uno al lado de lo otro, a veces cual dos acaeceres históricos paralelos; otras veces –aunque con menor frecuencia– como una sola unidad entrelazada. Lo mismo cabe decir por lo que se refiere a todo lo que llega de fuera: gentes, tendencias y expresiones de otras culturas y entornos.
Influencias internacionales
La inmigración ha aportado nuevas costumbres y tradiciones que, con el tiempo, quedarán incorporadas al acervo considerado como sueco.
De manera similar, los nuevos suecos asimilan las viejas costumbres del país, siendo a menudo los niños los que las introducen en sus familias. Está claro que las guarderías y las escuelas ejercen una gran influencia social.
En el mejor de los casos, estamos ante una fecundación cruzada de culturas.
La mayoría de los suecos saben ya lo que implica el mes de ayuno musulmán, el Ramadán. En los últimos años han enraizado en Suecia varias tradiciones nuevas, sobre todo por medio de los medios de comunicación y por la presión comercial.
El día de San Valentín y la fiesta de Halloween –dos grandes celebraciones en EE.UU.– despiertan también un gran interés en Suecia, con ciertas modificaciones.
Dentro de algunas generaciones, es posible que los orígenes de esas costumbres hayan quedado olvidados, ya que, tan pronto como la gente puede canalizar algo por medio de una costumbre, la cuestión de su procedencia deja de ser interesante.
El gnomo sueco de Navidad es, en realidad, alemán, pero, de todas formas, muchos suecos creen en él. Lucía fue una santa siciliana, y San Martín, cuya fiesta se celebra con la comida del ganso, fue un obispo francés.
Nada de eso enturbia la alegría de esas fiestas.