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La mayoría de las costumbres tradicionales se celebran en familia, dentro del hogar. La única verdadera excepción es la del solsticio de verano, ocasión en que el sueco, haga prácticamente el tiempo que haga, quiere estar fuera, ver a gente y salir al encuentro del verano. Pero hay que tener en cuenta que esa fiesta es más bien de corte pagano.

La Iglesia luterana no parecía especialmente interesada por las fiestas colectivas y las procesiones, así que eso, junto con el hecho de la gran dispersión de la población del país y lo riguroso del clima, hizo que las celebraciones se mudaran al interior de las viviendas y se convirtieran en un asunto familiar.

Sin embargo, los tiempos cambian. La persona que visite Suecia en invierno, puede fácilmente sacar la conclusión de que las calles están desiertas, pero el mismo visitante se llevaría probablemente otra impresión durante los meses de verano.

En distintas partes del país se han establecido numerosos festivales y fiestas callejeras, en los que la gente se congrega para escuchar música, comer y alternar con los demás.

En las zonas rurales se organizan en verano cierto número de concentraciones de músicos, en las que el foco de la atención lo ocupa la música folclórica sueca.

El violín llegó a Suecia en el siglo XVIII y enseguida se convirtió en el instrumento musical de los campesinos. La música folclórica nacional, que suele seguir el compás de tres por cuatro, era tocada por un violín solitario en el baile.

La cultura musical sigue gozando de una gran salud, por lo que las citadas concentraciones suelen atraer a numeroso público.

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